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No a las etiquetas y a los estereotipos, y sí a las expectativas de éxito

Según la mentalidad de crecimiento todo el mundo es capaz de mejorar sus habilidades y aprender de nuevas, por lo tanto, poner una etiqueta, es decir asignar un rasgo fijo, no promueve en ningún caso este tipo de mentalidad. Así pues, tanto las etiquetas positivas como las negativas refuerzan una mentalidad fija, ya que cuando te ponen una etiqueta negativa tienes miedo de merecerla y si te ponen una etiqueta positiva tienes miedo de perderla, con lo cual se pierden las ganas de querer afrontar nuevos retos.

Aquellos educadores que tienen predominantemente una mentalidad fija es fácil que caigan en la tentación de dejarse llevar por estereotipos y etiquetar. Por ejemplo pensando: “son niños que vienen así de familia y ya no cambiarán”, “como son de un barrio pobre”, “siempre ha sido el tonto de la clase”. Es fácil pensar que hay ciertos alumnos que no han nacido con talento y en conscuencia no es necesario malgastar tiempo con ellos, es más senzillo creer que no son mi responsabilidad. Según  Dweck (2019):

      Así es como funcionan los estereotipos. Los estereotipos les dicen a los profesores qué grupos son

      buenos y qué grupos no. De manera  que los educadores de mentalidad fija saben con qué alumnos

      no hay nada que hacer incluso antes de conocerlos. (p. 239)

Además añade “Es común que los alumnos se desentiendan del colegio y adopten un aire de indiferencia, pero cometemos un error si creemos que realmente no les importa" (p. 243).

También, en relación a este tema, se considera interesante hacer mención al efecto Pigmalión aplicado al entorno escolar, el cual hace referencia a cómo las expectativas del profesor sobre el alumno pueden condicionar su comportamiento hacia él y afectar a su evolución académica.

Si se quiere favorecer una mentalidad de crecimiento es vital que los docentes sean conscientes que todo el mundo es capaz de aprender, aunque no sea de la misma manera. Así pues, deben mostrar unas expectativas de éxito frente a todo el alumnado, dejando de lado los estereotipos y etiquetas.

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Por ejemplo, es muy diferente decir a los alumnos que “Este año os espera una asignatura muy difícil de aprobar. Aquel que no tenga una base sólida de conocimientos adquiridos se puede ya despedir” que “Este año os espera un curso lleno de retos que todos podréis superar aportando todo lo que sabéis y todo lo que aprenderéis” (Guillén, 2012)

En el primer caso no se da margen para la mejora a través del esfuerzo. Así pues, se contribuye a que los alumnos que tengan malas experiencias pasadas se desmoralicen y desconecten. En cambio, en el segundo caso se hace saber al alumno que tienen conocimientos importantes a través del cual generaran un nuevo aprendizaje. Se tiene que motivar al alumnado a mostrar la mejor versión de sí mismos.

     Si no se facilitan expectativas de logro y el alumno atribuye su éxito académico a acontecimientos

     que no puede controlar, ya sean externos (“el profesor me odia”) o internos (“yo no valgo para las

     matemáticas”), se puede provocar indefensión aprendida, sobre todo si la autoestima es baja. Esta

     situación conlleva apatía casi total y una pasividad permanente. Curiosamente, la mayoría de

     decisiones en el ámbito escolar relacionadas con el aprendizaje están fuera del control del alumno.

     (Guillén, 2012)

​© 2019 Creado por JÚLIA OLLÉ LLOP

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